Acabamos de llegar a Collado, y vengo con mono de blog. Ya he leido todos lo que llevaba sin leer, y me lo he pasado estupendo conociendo tus noticias, que son todas estupendas, y los comentarios de todos que le ponen un toque mágico a este blog.
Volvemos a Collado, despues de pasar unos días con Sixto y Begoña, unos buenos amigos de Valencia. Hemos estado con ellos en Javea (Xabia para los bloggeros valenciano parlantes) y han sido unos anfitriones fabulosos. Nos hemos instalado en un chalet de unos amigos suyos, que estaba situado en la ladera de un monte que se llama el Montgó. La calle en la que estaba el chalet se llamaba el Cami dels Castellans, un nombre que nos hacia un homenaje a Rafa y a mi.
Los lugareños dicen que el Montgó crea un microclima especial, porque "atrapa" las nubes del cielo, cuando se pone el sol. Y razón no les falta, si nos atenemos a nuestra experiencia de estos días. De hecho, ayer por la noche tuvimos que dormir con la ventana entornada, por todo el viento que hacía!!!!
Han sido unos días estupendos en los que hemos estado muy a gusto con nuestros amigos. El chalet estaba un poco retirado del bullicio del pueblo, en un camino en el que pasaban con apuros dos coches de frente, lo que hacia el lugar plácido y silencioso. Acostumbrados a nuestra experiencia levantina resultaba una auténtica parádoja estar en Alicante fresquitos y silenciosos!!!
Lo normal era coger el coche para bajar al mar, pero ya te puedes imaginar que una militante "anti propulsión externa" como yo, no se ha podido resistir a bajarse andando los dos días que hemos estado alli. La primera bajada, con Begoña y Rafa, fue a las 10:30 de la mañana y resultó sumamente placentera: era cuesta abajo, no hacia mucho calor y Sixto nos esperaba con la prensa en un chiringo a pie de mar, con lo que fue llegar y bañarse en un agua, oh sorpresa, fresquita y transparente.
La segunda bajada resultó mucho más comprometida. Nos habian contado que el pescado que llegaba a la Lonja se ponía a la venta a las 5 de la tarde, junto al puerto. Y claro, yo tenía que bajar a comprar pescado para traermelo a Madrid. Asi que me plantee bajar a pie, a esas horas, y Begoña, siempre tan pendiente de nosotros, me dijo que me acompañaba, si los chicos nos iban luego a buscar al puerto y no teníamos que venir de vuelta cargadas. Los chicos dijeron que nos buscaban cuando les llamaramos y Begoña y yo nos pusimos en marcha. Cuando llevabamos un buen trecho andando con un sol de justicia, reconozco que tuve algunos momentos en que flaquee, y pensé que mi ignorancia y mi osadía me habian jugado una mala pasada.
Begoña, que yo creo que fue consciente de mi situación, me contaba que su abuelo cuando ella era pequeña y salia de casa a estas horas de la siesta siempre le decia ¿A dónde vas con este calor canicular? y yo iba pensando que el abuelo estaba cargado de razón, y que hay que tener un poco más de respeto por el conocimiento local. Begoña, mientras, seguía dandome conversación para hacerme menos consciente del calor que hacia a aquellas horas. Y el caso es que cuanta más conversación me daba, más consciente era yo de que tenía que haber tomado algunas precauciones antes de salir. Como, por ejemplo, vestir de blanco como vestía Begoña y no de negro, como iba yo, achicharándome la espalda en la que me caían los rayos directos de aquel implacable sol. Como, por ejemplo, llevar una gorra y no fiarme de la protección del pelo mojado con el que sali de la casa y que, en seguida, se secó.
En un momento dado, cuando llevabamos una hora andando, Begoña me preguntó si quería que parasemos en algún sitio a tomar un poco de agua. Y te puedes imaginar que ¡hasta ahí podíamos llegar! Con lo que soy yo a la hora de comprar agua por la calle!.
Menos mal que acabamos llegando a la pescadería del puerto, y el frio del hielo, que tenía el pescado en sus cajas, nos refrigeró lo suficiente para devolvernos la capacidad de seguir siendo personas.
Compré morralla para hacer caldo de paella, con unos crustaceos muy básicos que se llaman galeras y que parecen cigalas prehistóricas, antes de evolucionar. Compre unas caballas preciosas con esa piel azul verdosa atigrada que tan bonita me resulta. También compré pulpitos, sepia, gambas y chopitos. En fin, en la línea habitual de la compra de pescado "made in Moya Esteban" (aunque, a decir verdad tendría que llamarle mejor Esteban Moya, para reivindicar mi condición de fundadora de este estilo de compra a mogollón). En un momento dado, oí a un chino que hacia cola detrás de mi decirle en inglés a su mujer: "Oh, she is still buying"; Creo que no podía haberse dicho mejor con menos palabras.
Una vez en Collado hemos sacado el pescado de la bolsa térmica con hielo en la que lo traíamos y me he puesto a limpiarlo. Han venido tal cantidad de moscas que Beatriz ha sacado aquella raqueta que compraste en Miami que da descargas a los insectos. Funciona estupendamente. Es una pena que no te la hayas llevado a Sierra Leona.
Un beso fuerte y mándame una foto de algo que hayas ordenado para que la guarde con orgullo. ¡Eso si que debe ser un milagro!!!!!
viernes, 8 de agosto de 2008
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