Mis queridos amigos:
Me enseñaron de niño que de bien nacidos era el ser agradecido. Y hoy tengo muchas cosas que agradecer. En primer lugar agradecer a Maria José y a Rafa la confianza que han depositado en mí al enviarme a uno de sus dos tesoros: Irene. Me decían que era cuestión de coherencia, que si habían decidido educar en valores, no podían negarse a que los viviesen sus hijas.
Se que venir a Sierra Leona no es fácil, que hay que estar un poco loco, que dirían mis amigos de Pamplona. Pero se también que es una aventura solidaria que marca tu vida para siempre. La vida en puerto es más segura que la vida en alta mar, pero menos apasionante.
Hay momentos en los que se te cansa el alma y no encuentras el camino. Momentos en los que miras al cielo y no encuentras demasiadas respuestas. Y te invade el desaliento y la frustración al sentirte impotente para hacer más. Y, de repente, escuchas que alguien te dice: José Luis, quiero ser tus manos en Madrid. Y sonries porque quien te lo dice es una chiquilla de 23 años.
-Mira, corazón, lo que necesitamos es un Toyota, le digo sabiendo que es un órdago.
Veinte días exactos más tarde me dice riéndose que ya tengo el dinero depositado en la cuenta de la Misión y que puedo encargar el todo terreno.
Irene está aquí, en Kamabai, en el Biriwa Chiefdom, tocando con sus manos las sonrisas de los más pobres. Me vuelve loco y me contagia su ilusión: camisetas, pegatinas, sello con el logo... Todo diseñado especialmente para el Proyecto de nuestra Escuela de Artes y Oficios.
Su venida ha sido un golpe de aire fresco y un buen empujón. Y, ¿por qué no decirlo si al fin y al cabo soy cura?, una respuesta de las que yo exigía a Dios mirando al cielo.
Por eso quiero agradecer a los amigos que confiasteis en ella poniéndoos la mano en el corazón y en el bolsillo, que suele ser más dificil por las constantes noticias que nos llegan de malversación de fondos donados para ayuda humanitaria, vuestras generosas aportaciones. Mi abuela decía que grano no hace granero, pero ayuda al compañero. Y entre todos habeis llenado el granero con un nuevo Toyota (Toyota Irene, lo bauticé) idispensable para servir a nuestro pueblo.
A todos, desde el fondo de mi corazón, gracias. A tí tambien Bea, que eres la próxima en la lista y que se que vas a mirar con más cariño la Biología pensando en Kamabai. También a Uro, un perro de mi quinta con las mismas carencias y necesidades que yo, y que es parte de vuestra familia. Y, sobre todo, gracias a Dios, por permitirme seguir creyendo lo que siempre creí: que hay más gente buena que mala en el mundo, y que nadie es indiferente en su corazón ante el dolor del pobre.
Me despido con una frase que os repetirá hasta la saciedad Irene: Africa ken kahuthukuma hoh keyan (Africa en lo más profundo de mi corazón, en limba)
Os quiere,
José Luis
Agustino Recoleto
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